Lo que saco en claro tras la reflexionar
sobre este debate es que está claro que las diferencias no tienen por qué
seguir existiendo, ya que no nos vienen dadas por ser hombre o mujer. Todos
tenemos la posibilidad de lograr un cambio y fomentarlo en la sociedad. El
problema no es la necesidad de ser aceptados, sino los límites que hay marcados
para que esto sea así.
Por ello, encontramos unas
sociedad muy corta de miras, en la que existe un clasismo explicito e
implícito, que se deja ver a través de pensamientos y acciones de la gente. Esta
mirada crítica de la sociedad da lugar a la exclusión de las personas que no se
identifiquen con lo establecido en la sociedad como “normal”. Al igual que ocurre con las
normas que se les imponen desde bebés por ser niño o niña (comportamientos,
juguetes, ropa…), la familia no tiene por qué decidir sobre algo personal del
niño/a. Tendrá que ser la propia persona la que, a través del proceso de
aprendizaje, decida cómo se identifica y cree su propia identidad.
Es necesario trabajar la
tolerancia, ante todo no escondiendo y apartando a todo el que se sale de la
norma social, sino teniéndola presente en nuestra vida, haciéndola una realidad
más cercana. Se debe continuar con la
despatologización de estos colectivos, demostrando que no son enfermos. Para esto,
será necesaria una concienciación de la sociedad y nosotros como futuros
docentes tenemos una herramienta esencial para conseguir este cambio: la educación.

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